Una de las señales que nos avisan de que el otoño ha llegado al parque nacional de Monfragüe es la berrea, el bramido de los ciervos en celo. Podemos oírla desde principios o mediados de septiembre y hasta mediados de octubre. Impresiona contemplar —casi sin necesidad de prismáticos— a los ciervos que salen en el ocaso para luchar por ver quién se gana el derecho a perpetuar la especie. Es un buen momento además para conocer esta reserva de la biosfera —reconocida así por la Unesco en 2003—, uno de los bosques mediterráneos más extensos, mejor conservados y con más biodiversidad. Monfragüe, situado en el centro de la provincia extremeña de Cáceres, también es un destino perfecto para los amantes de las aves, con decenas de especies singulares, entre ellas, el buitre negro, el águila imperial o la cigüeña negra.