En Villarreal de San Carlos -una calle, diez hombres y siete mujeres empadronados-, un grupo de alemanes comparte un picnic. Entre ellos, una señora que no necesita más que una navajilla de adolescente para abrir una cuña de queso con precisión de neurocirujana. Deja que el periodista haga el ridículo con su inglés de cartón piedra y cuando termina, ella le contesta en un español del centro de Valladolid. «Somos pajareros (aficionados a la ornitología), y en Alemania no hay buitres ni águilas perdiceras. Para ver aves tienes que venir aquí».